martes, 2 de junio de 2020

(Eperium) Historia de una moneda

-Entonces, tu preguntas con tu habitual galantería lagartoniana al mesonero acerca de ese tal Capitán Istrad... -comentaba medio distraída Sirena, mirando hacia la halfling que se sentaba en la mesa al lado de la chimenea del local, esforzándose en calentarse las manos. Inútilmente, quizás, dado que el fuego estaba apagado. Pero no era lo mas raro que había visto nunca, tampoco. Una vez, en otra posada en otro sitio muy, muy lejano, había visto con sus propios ojos de mediana a un enorme demonio con el torso desnudo, su piel rojiza llena de arcanos tatuajes hechos de un material que refulgía y se movía como si de lava viva se tratara... 

-...Sí, y mientras tu intentas escuchar a ver si captas algo interesante, ¿esa es la idea, no? -dijo Shirgol, su dracónico acento marcando con su especial musicalidad cada sonido sibilante.

-...Mmm, el demonio de tatuajes de lava...

-¿Qué?

-¿Qué? Sí, sí, me voy a deambular, tu pregunta por nuestro flamante capitán, necesitamos esos papeles de exención, ¿eh? Le dije al señor reclutador que no me llevarían presa, y soy una halfling de palabra... -las últimas palabras fueron perdiéndose en el bullicio de la taberna según la barda se alejaba, con la mirada puesta ya en otro sitio.


Shirgol vio a la mediana alejarse. "De palabras, de muchas palabras. Eso es lo que me preocupa..." pensó, más que dijo, el draconiano. Acto seguido, se giró en dirección a la barra, meditando acerca de si debería ofrecer dinero o fuego, a cambio de la información esperada.


Sirena sorteo ágilmente, casi dando rítmicos saltitos, a los atareados camareros y a los ociosos parroquianos mientras se acercaba a la mesa frente al hogar. Cuando estuvo a la distancia adecuada, se detuvo. Lentamente, con gestos entrenados, descolgó su laúd, y agacho la cabeza de forma que los largos mechones castaños le cayeron sobre el lado tatuado de la cara. Cerró los ojos, y se concentró. La sincronización debía de ser perfecta. Dejo entonces que sus dedos empezaran la conversación, con unos suaves acordes de alegre resonancia. Cuando su sentido bárdico, entrenado en mil actuaciones, le avisó de la atención de su objetivo, abrió los ojos, y la miró directamente. Ya tenía su atención, y la del resto de patanes de alrededor, pero ellos no importaban ahora. Sin romper la conexión creada por sus miradas, avanzó hacia ella, sin dejar de tocar su instrumento. Con la pierna, cogio una silla de la mesa de al lado, y la coloco al lado de la halfling y, prácticamente en el mismo movimiento, se sentó, sin que la alegre melodía de "Verano en las islas tortuga" se resintiera lo más mínimo. Terminó el último acorde, y giró la cabeza en el momento justo, desvelando los intrincados tatuajes que cubrían la otra mitad de su cara. Noto por su lenguaje corporal, y la ligera dilatación en las pupilas con su último movimiento, que tenía toda su atención. (Antes de que pudiera disponerse a lanzar una serie de preguntas destinadas a recabar información, su interlocutora pregunto primero.)

-¡Vaya, ha sido impresionante! ¡Que habilidad! Tienes pinta de ser una gran aventurera -dijo tan rápida como alegremente la mediana.

-Bueno, si, ciertamente lo soy. ¿No serás por un casual tu también una Frihas? ¿Gran Meseta? -añadió al final, tras ver su cara de desconcierto inicial.

-No, no, no soy de alli, aunque me encanta ese lugar y su gente, me parecen muy... alegres. Y oye, seguro que tu has viajado mucho, ¿a que si?

-Por supuesto, mucho. Muchísimo. Y a sitios muy lejanos, algunos de los cuales aún no tienen ni nombre... ¿Y tu, has viajado mucho?

-No, yo apenas me he movido a ningún lado... ¿Cual es uno de esos sitios tan lejanos? ¡Cuentame cosas, por favor!

-Por ejemplo, ¿has oído hablar de la festividad de Ruan-Hem, celebrada en Saaren? Es, posiblemente, una de las festividades más desbocadas que hayan existido nunca, tan interesante, como peligrosa, ¡y puedo asegurarte que es muy entretenida! -en algún rincón de su cabeza, una voz murmuró algo acerca de preguntar algo acerca de algún capitán, pero, decididamente, aquello no era importante ahora.

-¡Oh! -La halfling abrió aún más los ojos-. ¿Te sucedió algo allí? ¡Cuentame mas!

-Bueno, bien, te he dicho que es un sitio peligroso, de las mas peligrosos, de hecho, y no es exageración (¡aun no me conoces, pero yo nunca exagero!). Verás -comenzó, mientras suavemente entonaba una hipnótica melodía con el laúd-...


"Me encontraba yo paseando por las calles de Saaren, disfrutando del vivo bullicio que se siente y se respira esos días tan caóticos, cuando escuche unos gritos provenientes de unos de los callejones laterales a la gran avenida (¡cuidado siempre con los callejones, amiga, se pierden más que se encuentran cosas en ellos!). Por supuesto, unos gritos más, o unos gritos menos, en plena festividad de Ruan-Hem, son indistinguibles unos de otros. A no ser, claro está, que tus oídos estén entrenados no solo en el sublime arte de la música con instrumento, sino también en el de la música con espada. Me deslice suavemente hacia el lugar de los gritos, y, oculta por las sombras como solo alguien que ha aprendido a amarlas y a aceptarlas como parte de su mismo ser puede hacer, pude ver como un hermoso caballero, de ricos ropajes y hermosa faz, era asaltado por un grupo de siete (no, ¡diez!) enormes orcos, grandes como establos, feos como lo que se recoge en su suelo. El bello caballero estaba protegido por una reducida guardia de cuatro hombres, pero no tuvieron ninguna oportunidad frente a sus asaltantes. Su vida corría inminente peligro, y no tuve más remedio que intervenir. Desenvaine mi acero, y salí a la luz:


"Siento interrumpir esta pequeña fiesta", dije arrastrando el hierro por el suelo, su chirriante cadencia acompañando mis palabras, "pero no puedo evitar tener la sensación de que este gentilhombre no ha sido formalmente invitado, y eso no es lo peor", deteniendome, miré directamente al que parecía el líder de aquel grupejo de malencarados rajabolsas, apoyado en el muro tras sus secuaces, medio oculto en las sombras que la luna no conseguía aclarar, "lo peor es que todo el tiempo que está ocupado con vosotros, no está bailando conmigo". En ese momento me lance contra el enemigo que tenia mas cerca y, ¡zas! una estocada certera, y uno menos en la docena. Sin dejar de moverme, fluyendo como el agua, esquive tajos, paré mandobles y devolví cuchillos al vuelo mientras uno tras otro de aquellos patanes iban cayendo bajo mi acero y mi magia. 


Finalmente, solo quedó en pie el líder de aquellos patanes, quien había estado esperando de pie, con una sonrisa socarrona fija en su despreciable cara. Entonces, dió un paso fuera de las sombras, y pude observarle mejor. Una cuidada armadura de cuero negro delimitaba una figura poderosa, de anchos hombros y poderosos pectorales, destacando sobre ellos un emblema en plata oscura, prendida del lado del corazón. El temido emblema de los Susurros del Abismo, el clan asesino que se mueve entre la leyenda y la realidad, ya que son tan pocos quienes han combatido con ellos (¡y menos aún los que han sobrevivido!), que su nombre se asocia más a historias contadas en noches de hogueras, que a los auténticos recolectores de almas que en realidad son.


Descruzó los brazos sin mediar palabra, dejándolos colgados a cada lado, la despreciativa sonrisa siempre presente. 


Me invitaba, claramente, a un duelo mortal.


Envainé mi fiel acero, y esperé yo también en la misma postura, inmóvil, a que empezara la que sería una apasionante canción con sabor a sangre y sudor.


Nos miramos fijamente durante lo que parecieron unos segundos interminables, rotos solo por la respiración entrecortada del bello joven con el que pronto olvidaría los golpes que ahora dolían.


Entonces, con una velocidad que desafiaba a aquella con la que los ojos pueden percibir el movimiento, el asesino alzó la mano, lanzando un dardo de pura energía mágica, que esquivé en el último instante lanzandome mediante un arriesgado giro en el aire, que aproveché para lanzar un par de dagas que fueron (hábilmente, he de admitir) detenidas mediante la conjuración de un muro de espinas.


En ese instante decidí jugar mi carta de efecto, y mediante un sencillo truco aprendido de los sacerdotes bailarines de fuego de la isla-estado de Seilán, multiplique mi imagen en cuatro copias simultáneas, que se lanzaron desde diferentes flancos hacia mi objetivo, quien, viéndose arrinconado, explotó su defensa anteriormente conjurada, destruyendo mis señuelos y clavandome profundamente una esquirla aquí, en el hombro izquierdo. A pesar del dolor que esto supuso en el momento no detuve mi avance, sabiendo que podía ser mi última oportunidad de colarme en su círculo interior, y en un único movimiento suave y preciso, saque mi estoque y lo hundí hasta la empuñadura en el pecho de aquel malnacido. En ese momento un grito, de rabia más que de dolor, emergió de mi enemigo, y note como mi brazo se agarrotaba y entumecia, hasta el punto de quedar reducido a un miembro inútil sobre el que nada sentía. Caí de rodillas, y durante unos instantes fui incapaz de percibir nada a mi alrededor. Poco a poco fui volviendo en mí, y entonces vi como aun sujetaba mi arma, ennegrecida y destrozada ahora, fundida con el pecho del asesino-mago, quien se había convertido en un cadáver seco, momificado y ennegrecido, como si de una vetusta momia se tratara. 


Escuche una voz a mi espalda. El joven noble al que había salvado se acercaba titubeante. "No se como daros las gracias, mi señora, por el favor que acabáis de darnos", dijo con aterciopelada voz, "Si algo hay que vuestra merced necesite, y que en mi mano este, os juramos que os será dado", terminó.


"Igual mi merced sí necesita algo de vos, e igual podríamos ir a concretar los detalles a algún lugar más... íntimo", dije mientras miraba al ruborizado mozo, comprobando que efectivamente no había menospreciado su atractivo físico... 


Lo que vino a continuación de aquello son aventuras de otra índole, que deberán permanecer en el misterio de las historias nunca contadas…"


La barda terminó su relato, apoyando los pies sobre la mesa. Cambió el acelerado ritmo que había estado imprimiendo a su laúd por unas notas más suaves.


-¡Todo eso ha sido increíble! -exclamó la halfling.

-¿Verdad? Suelen decírmelo -dijo Sirena, sonriendo abiertamente-. 

-Sí, ha sido genial, pero ahora tengo que irme...

-¡Oh! Una lástima... ¿Quieres, quizás, que te acompañe? Las calles pueden ser peligrosas a estas horas...

-No, muchas gracias, no hay ningún problema... -sin dejar de sonreír ni de mirar a su interlocutora, la mediana rebuscó en sus bolsillos, y extrajo de ellos un extraño disco de oro, del tamaño de una moneda, pero sin dibujos en los lados. Lo dejó sobre la mesa y, empujándolo hacia la barda, dijo-: una moneda por una buena historia. Ha sido un placer conocerte, Sirena.

-El placer ha sido todo mío, ojos bonitos.


Cogió la moneda con una mano y la hizo flotar sobre los nudillos, todo en el mismo movimiento, mientras veía como su interlocutora se levantaba y se dirigía a la salida. 


Entonces unas voces llamaron su atención. Recostandose en la silla y echando la cabeza atrás, miró en su dirección. Su nueva compañera, la llamada Mavra, parecía estar teniendo algún tipo de discusión con un corpulento humano de corte marcial.


Quizás necesitaría ayuda.


Sin perderles de vista, empezó a tocar una tonada de ritmo vivo, y se dispuso a observar los acontecimientos, sin levantarse de la silla.


sábado, 7 de septiembre de 2019

(Lundasar) Moa - El chamán

Volutas de humo y susurros apagados se retorcían sin fin alrededor de las brasas, en un baile lento y caótico. En ocasiones, destellos amarillentos revelaban la presencia de algo que se movía entre las sombras, siempre alejado de la rojiza luz de las brasas.

El chamán hablaba para si, en un tono grave y monótono, mientras cuentas de amarillento hueso pasaban rápidamente entre sus secos dedos. Cuando terminó, sus ojos ciegos dejaron de mirar las brasas, y se fijaron en la única otra persona de la choza.

- Guerrero -parecía como si varias personas hubieran hablado al unísono. Los chamanes, se decía, hablaban con la voz de todos los que les precedieron.

Aún guardó silencio unos segundos más, inmóvil en su encorvada postura sobre la extinta hoguera.

- Tus sueños. Eres un elegido. Pero no el único, hijo de Angro. Tu destino es liderarnos, o ser destruido. Enfréntate a La Caza, y decide tu suerte. Pero aprende esto: no buscas una presa cualquiera, sino al Grak Sha'la. El Gran Lobo. Tan antiguo como la tierra que pisas, como el aire que respiras. Señor de las bestias del Bosque Vivo. No más tarde de la tercera luna de sangre, búscale. Pero cuidate, pues si no eres apto, devorará primero tu cuerpo, después tu alma, y al final, tu misma esencia. Anda al sur y triunfa, o muere, y nosotros contigo. Ahora vete, no tenemos más que decirte.

El joven se levantó con una agilidad que contradecía su corpulencia, quizás la inquietud producida por el lugar le espoleaba a moverse más rápido. Justo cuando estaba a punto de cruzar el umbral, una miríada de voces a su espalda le detuvieron.

- Guerrero. Ya no eres el hijo de Angro. ¿Cual es ahora tu nombre?

El bárbaro se detuvo, y prácticamente sin volverse, dijo con voz ronca:

- Moa.

Sin mas, salió de la choza del chamán. Atrás quedaba una sonrisa, teñida de sombras y luz rojiza.

lunes, 2 de septiembre de 2019

(Bayes) Zoe - Epílogo (II/II)

El crepitar del fuego del hogar, junto con la cálida luz que proyectaba en la estancia, proporcionaban una agradable sensación familiar. Un único adorno, una pequeña figura de Sira sobre la repisa de la chimenea, con sus brazos ofreciendo ayuda, decoraba un pequeño despacho por lo demás bastante austero: apenas una estantería con libros, dos sillas de distinto tamaño y estilo, y una gastada mesa de madera recia.

- Coge esa, la grande - dijo Zoe señalando hacia la silla situada tras la mesa -. Creo que con tu peso destrozarías la pequeña.
- De acuerdo. Creo que, de todas formas, podrías considerar adquirir nuevos muebles. La mitad de ellos parecen estar a punto de caerse de viejos.
- Así es, y por eso mismo me da pena tirarlos. Los he visto toda la vida. Tonterías, ya sabes.

Mornan asintió mientras cogía la silla y se sentaba enfrente de su vieja amiga, al lado del fuego. Por un momento, se sintió como si estuviera en una de sus habituales charlas en el cuartel, hablando con sus compañeras. La idea le hizo gracia. Zoe despreciaba las peleas, las armas, y hasta el mismo olor del óxido de la armadura le resultaba tremendamente desagradable. Aún recordaba cuando, a escondidas, le estuvo aplicando una loción perfumada en sus ropas, para enmascarar el olor. Durante días estuvo sospechando que Guery le estaba gastando alguna clase de broma.

- ¿Y a qué debemos tu visita, mi buen Mornan? - preguntó su amiga, finalmente.
- Oficialmente, estoy aquí para hacer de instructor de un grupo de cadetes. Mañana nos internamos por el bosque, para ponerlos un poco a prueba, como hizo ya hace tiempo con nosotros un instructor que tuve cuando estuve en la milicia de defensa de Red Hook. ¿Como se llamaba...? Zack, creo recordar...
- Recuerdo aquella época - asintió Zoe -. Mi hermana llegaba siempre agotada, prácticamente arrastrándose por el cansancio... pero nos decía que se encontraba muy agusto, que aunque era duro estaba feliz y que no se arrepentía de haberse alistado. Para ella, siempre fue algo... casi dictado por el destino. Siempre pensé que lo decía para tranquilizar a nuestro mentor... o quizás para irritarle más todavía, quien sabe, Samlara a veces podía tener un poco de malicia - Zoe sonrió ligeramente -. Fue una época delicada entre ellos.
- ¡Ja, ja, ja! Estoy seguro de que fue feliz, pero eso de estar agusto... ¡Todavía recuerdo la cara de asco que ponía cuando tenía que ir a las letrinas! - Mornan se golpeó con la palma abierta la pierna mientras se reía a carcajadas - ¿Sabías que llegó a solicitar hacerse sus propias letrinas independientes?
- ¿Ah, si? Eso no lo sabía, ¿y lo hizo?
- Si, le dieron permiso, pero de poco le sirvió... ¡En cuanto las estrenó, el resto de reclutas empezaron a usarlas también!

Ambos amigos estallaron en carcajadas.

- ¡Ja, ja, ja! Pobre...
- Si, que tiempos... Bueno, volviendo al presente, estaremos unos días por la zona más profunda del bosque, hay algunos informes de criaturas tipo goblin, y creo que puede ser una aventura divertida para ellos.

Zoe resopló ligeramente, de una forma que Mornan no supo si era sarcástica o nostálgica.

- Lo cual me lleva a pedirte un favor - hizo una leve pausa -. Quiero que nos acompañes. No hay de quien me fie más en una situación de peligro.

La clériga miró al fuego del hogar durante unos segundos, antes de responder.

- No.
- ¿No? - pregunto Mornan con incredulidad.
- No - Zoe fijó su mirada en sus manos -. Hace ya unos pocos años que deje atrás esa vida, y lo sabes. No quiero tener nada que ver con más muertes y violencia.
- Pero esto es un ejercicio de entrenamiento prácticamente, ya sabes que...
- NO - la respuesto ahora fue más brusca, más seca.

Zoe se levantó y se dirigió a la chimenea. Cogió la estatuilla de Sira que la presidía, y la acarició con suavidad.

- ¿Y hay algún otro motivo para que estés aquí? - preguntó finalmente.
- ¿Eh...? Ah, sí. Bien, nada, alejarme un tiempo de la acción, estar un tiempo con vosotras... Os echaba de menos, y pensé que igual no te importaría que este bruto este un tiempo por aquí.
- ¿En serio, vas a quedarte un tiempo? ¡Eso es genial! ¿Cuanto?

Por fin parecía que un poco de luz volvía a aquel rostro que Mornan había conocido hacía tanto, en otros días tan distintos.

- No lo sé, de momento vengo a hacer de instructor, ya veremos cuanto tiempo. Ya sabes que ninguna posición es permanente, pero quien sabe cuanto puedo estar aquí.
- ¡No sabes cuánto me alegro! Ah, por cierto, no te he preguntado, ¿te quedas a cenar? ¡Que tontería! Claro que te quedas a cenar... ¡Sam!

Inmediatamente, demasiado rápido quizás, la puerta se abrió y la cabeza de una niña asomó.

- ¿Me llamabas, mama?
- Si. Deja de escuchar detrás de la puerta...
- Pero yo no...
- ...y dile a Asha que prepare algo extra para cenar para nuestro invitado. Algo contundente, este buey no se alimenta de sopas de verduras como nosotras...

La niña salió corriendo a transmitir la noticia mientras dejaba escapar un apresurado "Si, mama" tras de ella.

- …y cierra la puerta después, debería haber añadido - dijo, cerrando la puerta a continuación.
- Bueno, no he podido ni decir que no.
- No tenías opción tampoco.
- ¡Ja, ja, ja! Como echaba de menos ese carácter... Por cierto, ¿como está Sam?
- Bueno, ya has podido ver esta tarde que Sam está muy... suelta. Se escaquea de las tareas siempre que puede, y se junta con un par de amigos con los que ha hecho un grupo. Una chica algo más mayor, y un chico más pequeño, del orfanato. La chica es hija del herrero, y me preocupa que tiene sueños de aventuras... El chico es muy bueno, le conozco de hace tiempo, un encanto. Demasiado bueno para ellas dos, incluso.
- Mmm, quizás le haga falta algo de disciplina para centrarse un poco...
- Sam siempre ha sido un espíritu libre, Mornan. Desde que empezó a andar, de hecho, ya rechazaba la mano que se le tendía. Lo heredó de su padre, sin duda. No intentes analizarlo todo con tu mente de instructor, las cosas a veces funcionan de forma distinta.
- Hablando de su padre, ¿has vuelto a saber de él?
- No desde hace como tres años. Por lo que sé podría estar en cualquier sitio, incluso en cualquier dimensión. El sabrá. La última vez que vió a su hija lo primero que dijo fue que “carecía de potencial reseñable”.
- Así son los que manejan asuntos de magia - respondió Mornan bufando.
- Así es él, en cualquier caso.
- Mmm... ¿Y qué tal va el orfanato?
- Bien, tenemos unos treinta niños. A veces algunos se escapan, eso siempre pasa, es inevitable. No es una cárcel, después de todo. Si deciden que ha llegado el momento de irse, no siempre puedes convencerlos para que se queden.
- ¡Ah! Casi me olvido... me dio algo para ti… - Mornan empezó a buscar algo en los bolsillos de su cinturón -  el enano ese raro, el que va con un simio por ahí... Los encontré de casualidad, cuando bajaba por el camino real. Salieron de repente de la linde del bosque, rodando juntos por el suelo, agarrados como si estuvieran peleándose por algo… asustaron a Centella, casi me tira de la montura… Aquí está - sacó de un bolsillo lateral un pequeño saco de cuero, del que extrajo a su vez unas pequeñas cuentas marrones arrugadas. Se las mostró a Zoe.
- ¿Semillas...?
- Esperaba que tu me lo dijeras, aunque eso supongo. No se, me las estaba enseñando mientras me miraba fijamente y me decía algo de las plantas, la vida, y eso. Entonces el mono hizo algo que me distrajo, y él aprovecho para ponerme las semillas en un bolsillo del pantalón. Y un puñado de tierra en el otro.
- ¡Ja, ja, ja! Yo sólo le he visto una vez, pero me hizo lo mismo, me metió varios puñados de tierra en los bolsillos de la túnica. No dejaba de decir algo acerca de que la tierra era vida, o algo así. Fue un poco asqueroso, recuerdo que de entre toda la tierra de un bolsillo también saque una lombriz, ¡puaj! A pesar de eso, me pareció muy simpático. A Ivy le caía bastante bien.
- Si, no se porque, ella siempre le defendía. A mi me sacaba... me saca de mis casillas - dijo, torciendo el gesto.
- Supongo que, de alguna forma, tenían algo en común, a pesar de sus aparentemente innumerables diferencias. O simplemente le haría gracia, quien sabe. Si vuelve a pasarse por aquí le preguntaré, aunque no es muy aficionada a contar nada personal.
- ¿Has vuelto a verla?
- Alguna vez ha pasado por aquí, de camino de aquí para allá. Nunca he sabido ni de donde venía, ni adonde iba, ni si necesitaba ayuda. Tengo la sensación de que a veces viene simplemente buscando un rato de compañía, pero es como un gato: no aguanta las caricias a no ser que las busque.
- Tu sabrás, la verdad es que nunca congeniamos demasiado.
- Sois demasiado diferentes.

Mornan se quedó en silencio, pensando algo para sus adentros.

- Ya que hablas de viejos compañeros, ¿ves a Margaery alguna vez? - preguntó Zoe.
- Poco. Sus labores de estado la mantienen muy ocupada. Alguna vez hemos quedado, no obstante, para hablar un poco de los viejos tiempos, e incluso hemos hecho algún combate de entrenamiento. Para estar separada de las armas, se mantiene muy en forma.

En ese momento llamaron a la puerta, y tras serle dada la autorización para entrar, Asha empujó la puerta con la espalda, cargando en los brazos con una bandeja llena de comida caliente.

- ¡Momento de cenar, Mornan! - dijo la cleriga con una sonrisa -. Espero que con nuestros humildes alimentos puedas coger fuerzas. ¿Tienes obligación de ir al cuartel esta noche?
- No, basta con estar una hora antes del alba allí, para reunir al grupo y prepararnos para irnos. En realidad, ellos incluso ya deberían estar preparados para entonces.
- Bien, entonces dormirás aquí. Asha, prepara la habitación de invitados. La usaré yo. Mornan, tu dormiras en mi cuarto, el colchón es bastante más cómodo, y necesitas el descanso.
- ¡Vaya! Y recuerdo cuando nos conocimos, que eras incapaz de organizar incluso tu propia mochila...
- Bueno, organizar un pequeño templo es fácil, cuestión de tiempo y costumbres. Sigo siendo bastante torpe cuando me sacas de aquí - rió ligeramente Zoe.

La cena transcurrió tranquila, entre anécdotas, noticias, vino aguado y el calor del hogar. Finalmente, Mornan bostezó, y Zoe dió por concluida la velada. Tras indicar a su viejo amigo su dormitorio, se dirigió de nuevo a su despacho. Asha ya había limpiado los restos de la cena. “Tremendamente eficiente esta chica”, pensó para sí. Escribió en una lista unos cuantos materiales que iba a necesitar, y buscó a su hija en su cuarto.

- Sam.
- Dime mama.
- Toma esta lista. Busca estos materiales en el almacén. Que Asha te ayude. Esto es prioritario, que termine las tareas más urgente si no lo ha hecho ya, y vaya contigo. Luego lo traéis todo a mi despacho. Ah, necesito un collar, coged el de mejor factura que veais del cofre. Pero que no sea de ningún metal precioso, si puede ser. No se si habrá alguno. Y que sea grande. Tiene que entrar en un cuello muy fornido.
- Muy bien mama.

Cuando Samlara y Asha entraron al despacho encontraron varios libros abiertos apilados encima de la mesa, y a Zoe de pie, sumergida en la lectura de un gastado tomo de esquinas raídas. Finalmente levantó la vista, dejó el libro abierto por la página que estaba leyendo encima del montón, y agarró un pergamino que tenía al alcance de la mano.

- Bien, muchas gracias a las dos. Ahora hija tu te vas a dormir...
- Pero...
- Sin peros. Este no es el momento en que voy a necesitar tu ayuda, ni debes estar aquí todavía. Vamos. - Espero a que su malhumorada hija saliera del despacho - Y tu, Asha - la joven y alta novicia prácticamente se cuadró al escuchar su nombre -, si quieres puedes prepararte algo de café. Quizás te haga falta, vamos a estar toda la noche ocupadas con esto - mientras pronunciaba las últimas palabras giró el libro que previamente había estado leyendo, mostrándole a la joven clériga la imagen de un medallón acompañado de un texto al lado. El título decía “Medallón de la salvación del durmiente”.

miércoles, 7 de agosto de 2019

(Lundasar) Resumen sesión 6

Fecha: diciembre, principios.
Lugar: Ámar (linde del bosque)

Los apuestos héroes se dirigen a su misión. Y los nuestros, también.

Antes de irse, la niña blanca se dirige a Moa, y le huele: "Te ha marcado, ¿lo sabes? Crees que le estas cazando, pero realmente él te está esperando. Cuando creas que estás preparado, adéntrate en lo profundo del bosque, y derrama tu sangre. El camino se abrirá para ti, y podrás bailar con él, metal contra colmillo, garra contra puño... ¡Buena suerte!".

Siguiendo el sendero que se abre ante ellos, llegan a lo que parece un antiguo y abandonado castillo en medio del bosque.

Empiezan a explorar las derruidas estancias, hasta que un sonido les llama la atención. Cerca de un edificio al noroeste del castillo ven a una figura fantasmal, con ropas de noble de otro tiempo, que solloza con tristeza.

Le siguen al interior de un pequeño mausoleo, donde desaparece. Descubren al fondo de la estancia, a los pies de una pequeña columna que en su tiempo debió de ser un altar, unas grandes y pesadas losas que con algo de esfuerzo pueden ser retiradas, revelando unas escaleras hacia el interior de la tierra.

Abajo se encuentran con una pequeña sala llena de nichos a ambos lados, conectada al fondo con otra estancia, mediante una puerta de hierro de doble hoja.

Anomander entreabre una de las pesadas hojas, y ve una sala con dos féretros de piedra a cada lado, y una figura sentada en un trono de piedra al fondo. Distingue su aspecto seco y cadavérico, como el de un cadáver momificado tiempo atrás. Está enfundada en una armadura femenina, y se ve un brillo azul en las cuencas de sus ojos.

Tras una serie de divertidas -o no- dudas, y dimes y diretes, se deciden a entrar.

Cuando entran, una ráfaga de húmedo aire helado les golpea, al tiempo que oyen una voz áspera que murmura unas palabras supurantes de rabia: "¡Ah, venís a acabar lo que empezásteis...! ¡Arriba, mis fieles caballeros! ¡Arriba, mis fieles sirvientes! ¡Volved a servir a quien así os lo ordena, pues el odio no cesa!".

Tras decir estas palabras la antigua señora de Pangue Lorn se levanta del trono, seguida de tres de sus cuatro caballeros, que apartan las losas que cubren sus sepulturas. En la sala de los nichos se escuchan ruidos dentro de estos, y súbitamente las lápidas que los cubren estallan, y empiezan a vomitar tierra y huesos. Al poco, de esos montones, figuras esqueléticas empiezan a cobrar no-vida.

Nuestros astutos héroes deciden llevar el combate a la reducida sala superior.

Se enfrentan a la antigua señora de Pangue Lorn y finalmente consiguen derrotarla, pero la victoria se ha cobrado un alto precio: Eleonora cae durante el combate a manos de uno de los reanimados caballeros.

Moa entrega el cuerpo de Eleonora a los niños del bosque cuando todo termina, mientras los demás bajan a catacumbas, olvidandose de ella. Los niños del bosque se extrañan, pero cogen el cadaver, y se lo llevan en silencio, dejando a Moa solo y reflexivo.

El resto de miembros del grupo, tras recoger todas las ganancias que pudieron de las catacumbas (que se derrumbaron mientras se encontraban en pleno proceso de recaudación), vuelven con los niños también.

La niña blanca les lleva a un claro donde está el padre de Kelbarn, dentro de un círculo de coloridas flores. Parece dormido, su respiracion es regular y calmada. Kelbarn entra en el círculo, e inmediatamente después cae dormido. Acto seguido, los niños del bosque desaparecen en la espesura entre risas, pero nada más pasa.

Le sacan del círculo tirando de él con una rama. Nada más salir, se despierta, aparentemente sin ningún problema. Retiran el cuerpo del padre del mismo modo (quien también despierta sin problemas, aunque notablemente más debilitado), y finalmente vuelven al pueblo.

Al llegar a Ámar, cuando las cosas se calman, aparece la tristeza por la muerte de Eleonora. Lisur se vuelve más taciturno aún por esto, ya que para él se rompe un vínculo especial con una buena persona, una buena amiga. El mundo le parece ahora un lugar mas inhóspito y cruel que antes.

Anomander entrega el paquete al padre de Kelbarn, quien se lo agradece intentándole dar a probar su vino especial importado del lejano reino de Hun, pero el guerrero elfo lo rechaza amablemente. En repetidas ocasiones. Incluso -inventándose- que su religion le prohíbe beber. Bad elve. Dentro de la bolsa, por cierto, solo había un libro de cuentos, un oso de peluche y una nota para el padre de Kelbarn, donde su amigo había escrito "Unos regalos por el cumpleaños de tu hijo".

Al día siguiente, se encuentran en la plaza del pueblo con un gnomo que lleva el distintivo del cuerpo de magos del ejército de Pramo, enviado por la teniente Osa. Se llama Hazelnut, y les informa de que la oficial está a punto de llegar al pueblo al mando de una unidad táctica, para una misión en la Montaña Quebrada. Va a pasar por el pueblo para aprovisionarse, y quiere hablar con Kelbarn antes de irse.

Cuando llega propone a Kelbarn acompañarla y extiende la invitación al resto del grupo. En caso contrario al menos Kelbarn debe reportarse en Sora para reincorporarse al servicio activo. La misión consiste en investigar las cuevas donde se produjeron los incidentes del secuestro de los habitantes de Ámar meses atrás, y establecer incluso un pequeño puesto avanzado para supervisar posibles ataques de bárbaros de las montañas del norte.

El grupo elige mediante votación a guantelete alzado ir con Osa.

Al llegar a las faldas de la Montaña Quebrada, el grupo descubre con sorpresa que un campamento del ejército de la República de Seguin ya está ocupando la entrada de la mina. Osa se dirige a hablar con ellos, y una mujer con una armadura y distintivo distintos al resto sale del campamento, flanqueada por una falange de hierro. Se presenta como Valath, cabeza de la presente sección. Osa y ella cruzan palabras duras, y Valath se niega a mover el campamento de sitio. Osa no tiene más remedio que retirarse, de momento.

El ejército de Pramo (¡y nuestros intrépidos héroes con ellos!) monta un campamento improvisado en el margen del bosque, frente a la entrada a la mina. Osa decide enviar un mensajero a Sora solicitando instrucciones.

Pasan un par de días aburridos, en los que los héroes se dedican a pasear bucólicamente por el bosque, o a bañarse en el lago cercano.

Entonces los héroes se dan cuenta de que lo que realmente les gusta es la hebanistería y comer nueces, y dejan la vida de aventuras a cambio de hacerse artesanos en el trabajado fino de esculturas con frutos secos en Sora. Fin.

jueves, 10 de enero de 2019

Elloth - Isaha - Arghba - Memorandum



  • Los personajes escortan una caravana desde el Reino del Martillo hasta Isaha. Nada de interés acontece.
  • Los personajes reciben la paga y se van a celebrarlo a una taberna local.
  • Durante las bebidas, a uno de ellos (Fenec?) le roban la bolsa de la pasta, los personajes ven al ladrón y le persiguen por la ciudad.
  • LLegan a los barrios bajos donde justo cuando dan caza al ladrón ven como un grupo de sombras lo asesinan y recogen algo de su cadáver obviando la bolsa de oro. Los jugadores confrontan a las sombras (literalmente sombras, no es que seais miopes) y estas se quedan quietas y se rebanan su cabeza con una daga hecha de (ejem) sombras y se disuelven.
  • El ladrón (un adolescente) está muerto y al lado de donde fue herido mortalmente tiene tatuada una daga cruzada sobre un cuarto de luna creciente, Una marca de pertenencia a una cofradía de ladrones.
  • Las sombras recogieron un medallón del cadáver. El objeto es dorado con una insignia de la cabeza de un carnero embistiendo de frente sobre un yunque. Kodhros lo reconoce como la insignia de su clan: Los Stonehammer del cuál él es el único superviviente conocido.
  • Investigan por la ciudad (no recuerdo cómo, o más bien recuerdo muchas cosas pero se solapan con mis otras vidas). Pero la conclusión es que el clan Stonehammer fue masacrado hace 100 años en la piramide de Arghba en el desierto de Cali durante la celebración de la boda del primogénito del clan con una noble de un clan rival. El medallón, en perfecto estado de conservación, debe provenir de allí y por lo tanto para allá van los personajes.
  • Viajan a la pirámide atravesando el desierto, De camino, tienen un emotivo encuentro con unos bandidos y consiguen una espada larga de hoja completamente negra (o no, cambia según la luz) de botín. 
  • Llegan a la pirámide que está impoluta por dentro y por fuera. Atan a las monturas a la entrada. Se adentran en ella. Ven una fisura en la pared de la sala principal por la que se meten, la fisura se cierra tras ellos.
  • Se encuentran encerrados en una celda con los restos de un enano en el suelo muerto (sólo sus huesos). Revientan la puerta gracias a la espada que encontraron antes pero sacan un crítico y la empuñadura se rompe haciendo palanca.
  • Vagabundean por el subterráneo, ven que están en una zona con centenares de celdas iguales que por la que entraron. Mirando dentro de ellas, muchas están ocupadas por lo que parecen pilas de huesos de humanoides.
  • Tras un accidentado incidente con un cubo gelatinoso, encuentran un pozo de bajada y subida sin escaleras, simplemente el agujero en el techo y otro en el suelo. Escuchan ruidos inquietantes provenientes de arriba así que deciden ir para abajo descolgándose con cuerdas. (Hero time)
  • Llegan al suelo y ven unas escaleras en espiral que descienden aún más. Tras varios minutos de bajada llegan a otro subterráneo, en él se encuentran con varios mecanismos de tortura y al poco rato con una sala en la que hay dos cadáveres de enanos más frescos que los de arriba, destripados. 
  • Otro enfrentamiento casual con un bicho que vive en el fondo de un foso y palante.
  • Habitaciones más o menos bien acondicionadas pero vacías. Más celdas, también vacías. Escaleras que descienden aún más.
  • Llegan a una zona con minas y más habitaciones acondicionadas para vivir en ellas. Algún que otro barracón. Todo vacío. Una armería donde se pertrechan con armas pero no con armaduras (ya que son de talla enana).
  • Descienden más. Encuentran un par de habitaciones con trampas y acertijos (Chulk salva el día en la del agua).
  • Avanzan, se encuentran a un enano vivo y como una chota, le acompañana una legión de gárgolas. Se dan de hostias y matan al enano.
  • Se finí.



lunes, 29 de octubre de 2018

Los tiempos cambian

Recordaba el verano anterior: las hojas secas de otoño cayendo lentamente mientras jugaban cerca el molino, con sus risas y el agua del rio como único sonido.
"Igual que las hojas secas" pensó. Igual que esas hojas, su cuerpo inerte se desplomó, destrozado por el no-muerto del que él se había zafado. Esa estocada era para él, lo sabía. Era indigno retirarse, pero aún más indigno intentar mentirse.

Igual que aquellos aldeanos, él se había apartado cuando su amiga más lo necesitaba, y ahora estaba muerta. Todo el odio, todo el resentimiento que sentía hacia aquellos cobardes aldeanos lo sentía hacia sí mismo, y hacia el mundo. El mismo mundo que le había arrebatado a su familia, a su amiga, a su infancia, ahora se reía en su cara y le decía "lo ves? no hay consecuencias. Te retirase, tu amiga está muerta y tú... tú sigues vivo".

El mundo le decía que podía hacer lo que quisiera, que todo lo que había aprendido sobre el deber, sobre la esperanza y sobre la bondad no valía de nada.

Vio como el elfo se retiraba: no le importó. Se dirigió a la salida, malherido, hacia lo que parecía una muerte segura: no le importó. Escuchó al halfling a sus espaldas verse rodeado, intentar escapar, y caer bajo la hoja de la momia: no le importó.

Siguió adelante, rompiéndole el cuello a uno, dos cadáveres, encarando a otro caballero, esperando caer, o seguir, lo mismo le daba. Sintió la espada hundirse en su cuerpo y, por un instante, pensó que podría ver algo de justicia para sí... pero el descanso no llegó.

Se despertó instantes después, rodeado de sus compañeros, deseosos de bajar a encontrar los tesoros ocultos por la momia. Desde el suelo miró una vez el cadaver de Eleonora. Tan sólo el bárbaro se había acercado a verla... pero no le importó. No juzgó a sus compañeros. No había más justicia, ni más juicio. No había razón, no había nada, sólo odio.

Se levantó, se limpió la sangre de los ojos y siguió al grupo a buscar el oro, dejando atrás el cadaver de su amiga junto a la poca humanidad que le quedaba. Se sintió extrañamente ligero, libre de la carga de la conciencia y el peso de los sentimientos.
"Los tiempos cambian" se dijo a sí mismo. Cogió el oro y se alejó del castillo sin volver a pensar en la clérigo, o en su familia, o en su aldea, o en aquellas tardes de otoño. Tan solo contando las monedas de su bolsillo, y pensando en cómo conseguir mas.

(Lundasar) Fama y gloria

- ¡Pero me cago en el puto canijo!

Drake alzó el mandoble y bloqueó una vez más la espada oxidada que blandía el cadáver vestido de caballero que tenía enfrente. Los no muertos les estaban acosando desde varios frentes y, revoloteando entre ellos, la figura de Finn el halfling acuchillaba con su espada corta, dislocando una rodilla aquí, una vértebra allá y, en definitiva, finiquitando los enemigos mientras Drake recibía y daba espadazos a diestro y siniestro.

- ¡Y luego se llevará él la fama!

El elfo reaccionó demasiado lento en el último envite y la espada del no-muerto penetró sus defensas hiriéndole en el muslo. Un súbito frío sobrenatural le recorrió el cuerpo y notó cómo su pierna se congelaba y quedaba medio paralizada. El monje a su lado se había batido en retirada unos instantes antes y el cadáver de la clérigo yacía sin cabeza a su lado. Todos los enemigos se orientaron para atacar a Drake, y Drake no era el tipo de persona a la que le gustase ser el foco de atención.

- A tomar por culo.

Drake saltó hacia atrás mientras bloqueaba el ataque de un cadáver y luego echó a correr hasta salir del mausoleo cojeando ligeramente con la pierna aún dormida. Fuera, el resto del grupo se batía con otros no-muertos de evidente menor poder, posiblemente sirvientes en otra vida, apenas iban pertrechados con ropajes pasados de moda y armas improvisadas. A lo lejos, fuera del castillo, escuchaba al bárbaro conversar consigo mismo.

- ¡MOA!

Sintiendo un poco de remordimiento por dejar al halfling dentro a merced de los caballeros no-muertos y su líder, se giró mirando para la entrada del edificio y empezó a sopesar sus posibilidades. Alejándose un poco más del umbral comenzó a invocar sus poderes arcanos. En el momento en el que el líder asomó por la puerta, supo que era momento de empezar a usar magia.

(Eperium) Historia de una moneda

-Entonces, tu preguntas con tu habitual galantería lagartoniana al mesonero acerca de ese tal Capitán Istrad... -comentaba medio distraída S...